miércoles, 17 de septiembre de 2008

Mensaje en una botella, II

En todas las ciudades donde he estado me he encontrado con una botella verde de cristal en la repisa de la ventana del dormitorio. Aparecía siempre por las noches, y guardaba un papelito enrollado, con una goma de pollo para sujetarlo. Me parecía un poco cutre: una botella de vino, descorchada, cuyo tapón todavía guardaba el olor a vino viejo. Muy viejo. Tanto, que nadie se acordaba se su sabor.
Sobre todo me extrañaba su presencia, casi todas las noches. Pensaba en el sujeto que la ponía ahí, en mi cuarto. Sin duda quería que la cogiese y leyese lo que había dentro. Algunas veces lo hacía y me llamaba la atanción que estuviera siempre escrito con el tipo Times New Roman cuerpo 12 a espacio y medio. A veces tenía la sensación de que ese escrito no iba dirigido a mí, así que en sucesivas apariciones, no le hacía caso. La dejaba en la ventana, esperando a que su dueño viniera a recogerla. Pero no dejaba de pensar en la botella. Pensaba en que, seguramente, mi ventana había sido sólo un punto de encuentro.
Otras veces no entendía lo que me estaba diciendo. Aunque comprendía el significado de las palabras, no llegaba a contextualizar la historia. El texto estaba cargado de deícticos y símbolos que no llegaba a relacionar con éxito. Me cansaba, volvía a enrollar el papel dentro de la botella, a sujetarlo con la goma de pollo y a taparla con el viejo corcho. Además, me molestaban algunas de las faltas de ortografía y concordancia -cosas del oficio-. Pero sobre todo me incomodaba no entender la trama.
He intentado buscarla algunas veces, por las mañanas. Otras ni me acordaba, enmimismada con mis rutinas. Todavía no he conseguido encontrar la botella cuando ha salido el sol. Sólo los papeles enrollados que me he quedado me han hecho compañía durante estos años.

¿Serían para mí? ¿O simplemente cosas que pasan?

No hay comentarios: