sábado, 13 de septiembre de 2008

Olores

Me encanta el olor a limpio. El olor de una prenda, limpia. Desde cuando la cojo del armario y me sumerjo en su olor, y mi cara acaricia esa textura, limpia, suave. Cuando la deslizo desde mi cabeza hacia mi cuerpo, y mis sentidos se hunden en la suavidad y delicadeza que sólo ofrecen las cosas limpias. Olor a primavera.
Me encanta. Me gusta el olor a limpio de las calles tras una intensa lluvia; el olor que percibo al observar dos ojos, cuya mirada limpia me recuerda a aromas de azahar y mandarina. Cuando me meto dentro de una cama y las sábanas huelen a limpio, casi frías.
Olor a limpio no es olor a nuevo. Si algo es nuevo es que no se ha usado, que no ha vivido más historias, que no tiene nada que contar. Las cosas limpias son más interesantes.
Me encanta el olor que recuerdo al florecer una emoción nunca antes percibida, producto de otras muchas más. Decimos nueva, pero no es así. Ni nuevos somos cuando nacemos, ni siquiera nuestro código genético lo es: es heredado, limpio, el producto de la conjunción del amor, el milagro del inconsciente, que tras la sombra de los sentidos, se manifiesta escondido, casi siempre en la oscuridad. O a través de miradas limpias.
Me encanta la sensación de descubrir que dentro de mí todavía surgen emociones que me recuerdan a calles mojadas, mientras un sol radiante da los buenos días. Y esa prenda que ahora, limpia, me acompaña en el día de hoy, se impregnará de olores, vibraciones y texturas. Limpias, construidas, casi nuevas, casi. Dentro de poco la limpiaré, y dará lugar a un nuevo olor a limpio.
Y me contará más cositas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

A mí me encanta cómo hueles tú...