martes, 26 de agosto de 2008

Información y morbo en Barajas

Hace algunos días, una compañera de trabajo me comentó la afirmación que le hizo una reportera a un señor en el momento en el reconocía a los cadáveres de sus familiares, muertos en el accidente aéreo del avión de Spanair. Acababa de perder a su mujer, a su hija y a sus dos nietos. La reportera se acercó a él y le preguntó cómo se estaba sintiendo. Para afirmar más tarde, si era consciente de que se había quedado solo...
En el día de hoy se han publicado sendas noticias sobre los límites del derecho fundamental de informar y ser informado, como consecuencia de la cobertura del accidente aéreo de Barajas.
Los límites morales del contenido de la información vienen especificados de manera muy clara en el código ético del periodista. Pero desde luego se superan en pro de un aumento de las cuotas de audiencia. Pero esto no es nuevo.
Por ejemplo, cuando News Corp. decidió comprar el diario The Sun, elevó su tirada hasta cuotas sorprendentes. Para ello dirigió el contenido de la información hacia el morbo, lo prohibido y lo escandaloso. Es sólo uno de los ejemplos que demuestran que se trata de un problema estructural, no sólo de los medios. Si la sociedad demanda informaciones de contenido escandaloso y abordadas desde este enfoque, sin duda parte de esta responsabilidad recae en el conjunto de la sociedad, que es quien alimenta este tipo de informaciones.
Tenemos Gran Hermano, Operación Triunfo, Hotel Glam, decenas de realitys que fomentan el vouyerismo nacional. Nos gustan los desastres ajenos, mirar a escondidas, asistir aterrorizados, pero desde nuestro sofá, a las desgracias y miserias ajenas. No lo digo yo, lo dicen las cuotas de audiencia.
Y por cierto, como dice Elena Valenciano, esos periodistas, "la mayoría muy jóvenes y mal pagados", siguen las órdenes de los editores de las empresas en las que trabajan, la mayoría muy bien pagados y con suficiente experiencia acreditada.



Las órdenes vienen de arriba.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Los periodistas existimos porque existe la necesidad de que se sepa lo que ocurre. La verdad hace libre a una sociedad, y por eso nuestro papel es tan importante.

Contar lo que sucede es el compromiso. Lo malo es que el negocio está más allá, en explotar el dolor, el morbo y las emociones para mantener al espectador atento, hipnotizado por la magia de la desgracia ajena.

La única forma de que esto se reconduzca es la reprobación pública y sonora de las conductas inadecuadas, además de la autorregulación. Si todos afeamos el gesto y damos la espalda a esta clase de ejercicio, podremos voltear la situación. Lo que queda por ver es si como sociedad somos maduros para hacerlo.